Me quedo aquí, en este instante. Miro al cielo que por un segundo está a oscuras hasta que saltan las chispas de los focos.
Izquierda.
Derecha.
Manos en el aire con minis de cerveza.
Cerrar los ojos y sonreír para guardar este momento como si no lo fuera a volver a vivir. Es entonces cuando una voz conocida le susurra al micrófono que nos se nos oye, y mi garganta y las de los otros miles se sincronizan para demostrar que aquí estamos.
Una banda.
Unos cuantos focos.
Un escenario.
Busco la mirada cómplice de alguien especial y saltamos, gritamos y vibramos con todas y cada una de las palabras y melodías que estallan por los altavoces.
Vivamos el momento,
muramos en el intento.
Y en cada silencio una brisa de aire que trae residuos de tabaco y marihuana, una bocanada de aire que hay que coger porque llega otra canción, y luego otra, y otra...
Sabemos que nos quedaremos sin voz por regalarla al arte y a la noche y ¿qué pasa?
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