/B R E E Z E/

Me quedo aquí, en este instante. Miro al cielo que por un segundo está a oscuras hasta que saltan las chispas de los focos. 
Izquierda. 
Derecha. 
Manos en el aire con minis de cerveza.
Cerrar los ojos y sonreír para guardar este momento como si no lo fuera a volver a vivir. Es entonces cuando una voz conocida le susurra al micrófono que nos se nos oye, y mi garganta y las de los otros miles se sincronizan para demostrar que aquí estamos. 
Una banda.
Unos cuantos focos.
Un escenario.
Busco la mirada cómplice de alguien especial y saltamos, gritamos y vibramos con todas y cada una de las palabras y melodías que estallan por los altavoces. 

Vivamos el momento,
muramos en el intento.

Y en cada silencio una brisa de aire que trae residuos de tabaco y marihuana, una bocanada de aire que hay que coger porque llega otra canción, y luego otra, y otra... 
Sabemos que nos quedaremos sin voz por regalarla al arte y a la noche y ¿qué pasa? 

/H A T E/

Odio como hablas porque tu voz se convierte en música.
Odio como me miras porque no te descifro.
Odio como andas cuando yo no te acompaño.

Odio como sostienes la copa de alcohol, por el culo.
Odio tu forma de bailar.
Odio como me haces reir, porque se me saltan las lágrimas de placer.

Odio que vayamos despacio.
Odio que vayamos deprisa.
Odio el hecho de no ir siquiera.

Odio lo poco que te conozco y lo mucho que sabes de mi.
Odio que juegues con ventaja.
Odio jugar con otras a la vez.

Odio odiarte.
Odio no saber qué pasará mañana.
Odio saber lo que pasó ayer. 

...

/ F U M A R T E /

Nos besamos.
Nos comemos.
Nos fumamos.

Creí que yo jamás me engancharía, me decía a mi misma que lo tenía controlado. No pude estar más equivocada. Ahora que hay poca luz en esta pequeña habitación, ahora que el silencio me está gritando, puedo escribirte. Puedo dibujarte. Trazo palabras en tu espalda mientras duermes y dibujo tu belleza con silenciosos besos. 

Es muy tarde o muy temprano según se mire.

Y tengo la horrible sensación de que no todo puede estar tan bien, se me hace extraño que no haya nada. Miro por la ventana, la quietud de las calles me reconforta y no sucede nada, ni un coche ni un alma. Solo las nuestras en esta habitación. La alarma va a sonar y me meto en la cama para que me abraces. Mis hombros helados se ruborizan al sentir el calor de tus besos. 

Nos miramos.
Nos examinamos.
Nos fumamos.

Presiento la ola venir, viene camuflada en tus pupilas pero esta vez me dejo arrastrar y que me hunda. Estas aguas bravas me zarandean y no puedo hacerle nada, de repente me convertí en sirena y no quiero salir a la superficie. Cierro los ojos y los vuelvo a abrir. Pasó la tempestad, regresó la calma. Miro a mi derecha y no estás, las sábanas me dicen que has estado aquí. Miro a mi izquierda, paquete de tabaco y enciendo un cigarrillo, me acerco a la ventana. Tu sombra me chiva hacia dónde vas.

Te extraño.
Te espero.
Te fumo.

/ C R A Z Y /

Se nos ocurrió escaparnos. Y no dijimos nada a nadie.


¿Éramos felices? No estoy seguro. Hasta el día en que ella se cruzó conmigo, te aseguro que no lo era, o creía que la felicidad era otra cosa. Se decía por entonces que debía existir una chispa, un calambre… que todo el mundo sentía y que hacía las cosas más interesantes, que estaba a nuestro alrededor y que todos ansiaban encontrarla. 
Menos nosotros. 
Ella se dejaba llevar y a la vez me llevaba de la mano así que cerré los ojos y floté. 
Fue todo tan rápido… cuando los quise volver a abrir ya habíamos regresado, y volvíamos a estar atrapados. Me quería escapar; quería vivir escapando, corriendo y nunca mirando atrás. Para todos aquellos que hayáis sentido esa sensación no os costará imaginar todo lo que se me pasaba por la cabeza, era de locos, pero nunca antes se me había dado tan bien estar loco (pese a haber practicado mucho). Por momentos sentía que no era bueno y que debía cambiar mi actitud, pero ella me hizo cambiar esa idea. Más que cambiarla, me hizo darme cuenta de cual era mi verdadera idea, que en realidad estaba muy a salvo de todas aquellas cosas que la podían perturbar. Me había dedicado toda mi vida a taparla, y a construir sobre ella la idea que debía ser: como un castillo. 
Y mientras me dedicaba a seguir construyendo, ella ya me había derribado. Piedra a piedra. Y no podía hacer otra cosa que liberar todas esas ideas y que flotaran, como yo me dejaba hacer desde que escapamos el primer día.
Hasta entonces nunca había sido feliz. Y a estas alturas creo que no me sigues, que te has perdido en esta historia… pero entiende que explicar todo esto es un lío, porque todo este asunto en sí ya es complicado. Y ella es muy sencilla. Tan sencilla. Un libro abierto. Un ligero vistazo y ya la has leído, y eso me encanta. 








Pero más me gusta leerla entre líneas. 

/ R A I N /

"Que no hay mejores días que los que llueven".



No nos damos cuenta de lo rápido que pasa el tiempo y de cómo las cosas que un día fueron importantes han pasado a un segundo plano. De lo importante que era comprarse ese rimmel para impresionar pero que terminaste por perder, de correr el día 31 para comprar el abono y que al final no usaste, de aquel novio o novia que en su día era tu alma gemela y que ahora se ha quedado en un mal sabor de boca, de todos y cada uno de los errores que no querías cometer... Ya no te acuerdas. Porque esta es ley humana imparable, nadie puede detener el tiempo. 
Pero te da igual porque ahora te conformas con sentarte a tomar un té o un café o sencillamente un vaso de agua. Con poder ver llover y que te haga sentir bien. Y de la misma manera que un día te preocupaban esas cosas importantes, hoy apenas te acuerdas. Son vagos recuerdos que te vienen a la cabeza cuando llueve.

No se me ocurre pensar en otra fórmula que no sea la lluvia para pararte ese segundo y recordar cosas que se habían quedado bien guardadas en un cajón. ¿Quién necesita medicinas teniendo la lluvia? En muchas culturas, especialmente indígenas, la lluvia es curativa, es divinidad, es alegría, es esperanza… Pero en el aquí y ahora, en este instante que vivimos nadie se para a pensar (espero equivocarme) en lo bonito que vuelve todo cuando llueve. 
Desde la ventana, mientras te sientas en un diván observas lo que sucede ahí fuera, que no es por nada pero también te incumbe, no creas que por estar a cubierto no te afecta la lluvia, porque he de decir que a todos nos afecta, y ves casas alineadas, árboles, parques, farolas, calles, el cielo, el horizonte… ¿Cómo no va a ser asunto mío no apreciar todo eso? ¿Por qué pensar que la lluvia da asco? ¿Por qué creer que los días lluviosos son malos? Cada una de las infinitas gotas de agua que caen del cielo embellecen todo lo que está a tu alrededor, y si además agudizas el oído para escuchar como esas gotitas chocan contra todo, como un furioso ejército… Es tan indescriptible… No tengo palabras. 

Pero si además la lluvia te pilla fuera de casa… me dan escalofríos de pensarlo… Vas preocupado/a pensando en no mojarte hasta que el destino cumple su misión y te mojas un poco, luego otro poco y otro poquito más y de repente mandas a tomar por saco el paraguas y dejas que la lluvia te moje. Te da igual. No te hace daño. Habías salido a dar una vuelta y vuelves en canoa prácticamente, se te han fastidiado esos zapatos nuevos, pero… ¡bah! Ya no puedes hacer nada por remediarlo. O habías quedado y todos se fijan en ti porque vas chorreando agua (incluso esa persona especial).

No puedo añadir mucho más que una mezcla de sustantivos y adjetivos para intentar demostrar que la lluvia es inmensamente bella, pero ya sabéis de lo que hablo. Seguro que alguna vez os ha caído un buen chaparrón, y quizá es uno de los mejores días de vuestra vida porque, mientras te sientas a ver como llueve, te viene a la mente aquel día importante. El que guardabas en un cajón.