/ F U M A R T E /

Nos besamos.
Nos comemos.
Nos fumamos.

Creí que yo jamás me engancharía, me decía a mi misma que lo tenía controlado. No pude estar más equivocada. Ahora que hay poca luz en esta pequeña habitación, ahora que el silencio me está gritando, puedo escribirte. Puedo dibujarte. Trazo palabras en tu espalda mientras duermes y dibujo tu belleza con silenciosos besos. 

Es muy tarde o muy temprano según se mire.

Y tengo la horrible sensación de que no todo puede estar tan bien, se me hace extraño que no haya nada. Miro por la ventana, la quietud de las calles me reconforta y no sucede nada, ni un coche ni un alma. Solo las nuestras en esta habitación. La alarma va a sonar y me meto en la cama para que me abraces. Mis hombros helados se ruborizan al sentir el calor de tus besos. 

Nos miramos.
Nos examinamos.
Nos fumamos.

Presiento la ola venir, viene camuflada en tus pupilas pero esta vez me dejo arrastrar y que me hunda. Estas aguas bravas me zarandean y no puedo hacerle nada, de repente me convertí en sirena y no quiero salir a la superficie. Cierro los ojos y los vuelvo a abrir. Pasó la tempestad, regresó la calma. Miro a mi derecha y no estás, las sábanas me dicen que has estado aquí. Miro a mi izquierda, paquete de tabaco y enciendo un cigarrillo, me acerco a la ventana. Tu sombra me chiva hacia dónde vas.

Te extraño.
Te espero.
Te fumo.

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