/ C R A Z Y /

Se nos ocurrió escaparnos. Y no dijimos nada a nadie.


¿Éramos felices? No estoy seguro. Hasta el día en que ella se cruzó conmigo, te aseguro que no lo era, o creía que la felicidad era otra cosa. Se decía por entonces que debía existir una chispa, un calambre… que todo el mundo sentía y que hacía las cosas más interesantes, que estaba a nuestro alrededor y que todos ansiaban encontrarla. 
Menos nosotros. 
Ella se dejaba llevar y a la vez me llevaba de la mano así que cerré los ojos y floté. 
Fue todo tan rápido… cuando los quise volver a abrir ya habíamos regresado, y volvíamos a estar atrapados. Me quería escapar; quería vivir escapando, corriendo y nunca mirando atrás. Para todos aquellos que hayáis sentido esa sensación no os costará imaginar todo lo que se me pasaba por la cabeza, era de locos, pero nunca antes se me había dado tan bien estar loco (pese a haber practicado mucho). Por momentos sentía que no era bueno y que debía cambiar mi actitud, pero ella me hizo cambiar esa idea. Más que cambiarla, me hizo darme cuenta de cual era mi verdadera idea, que en realidad estaba muy a salvo de todas aquellas cosas que la podían perturbar. Me había dedicado toda mi vida a taparla, y a construir sobre ella la idea que debía ser: como un castillo. 
Y mientras me dedicaba a seguir construyendo, ella ya me había derribado. Piedra a piedra. Y no podía hacer otra cosa que liberar todas esas ideas y que flotaran, como yo me dejaba hacer desde que escapamos el primer día.
Hasta entonces nunca había sido feliz. Y a estas alturas creo que no me sigues, que te has perdido en esta historia… pero entiende que explicar todo esto es un lío, porque todo este asunto en sí ya es complicado. Y ella es muy sencilla. Tan sencilla. Un libro abierto. Un ligero vistazo y ya la has leído, y eso me encanta. 








Pero más me gusta leerla entre líneas. 

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