/B L U E/

Como el humo, etéreo, así se sentía ella. No tenía un buen día, rara vez lo tenía y solo le apetecía disfrutar de ese momento que, no nos olvidemos, era mágico para ella. Se acercó a la cocina, descalza claro, y con una blusa que apenas le tapaba el culo. Era medio día. Un precioso día. 
Enchufó el aparato y lo rellenó de agua y polvo. Esperaba. Tic-tac, el tiempo pasaba y tranquilamente se sentó a leer una de sus revistas favoritas, llevaba el pelo recogido, pero alborotado. Poco la importaba solo quería disfrutar el momento, era jueves. Tenía un mal día si, pero que fuera jueves la animaba un poco.

Un pitido que salía de la cocina la avisó de que el café estaba listo. Que bien olía. Ese olor le traía buenos recuerdos, definitivamente la hacía sentirse especial, era curioso lo especial que la hacía sentirse beber café, se creía una adulta encerrada en el cuerpo de una adolescente. Sonó una alarma. 
-Mierda- pensó. 
Probablemente no podría disfrutar como ella quería de ese placer así que se lo sirvió y lo tomó rápido. Fue corriendo a la habitación y cogió los primeros vaqueros que había, unos zapatos tirados debajo de la cama y el pintalabios. Se soltó el pelo. Un último vistazo antes de salir de casa en el espejo de la entrada. Estaba claro que no era su mejor día. 

Pero era jueves.

Bajó las escaleras corriendo y se montó en la bicicleta, mientras iba encima pensaba que sería un buen día para dejar una nota, sería algo así como: "No me esperes, porque no voy a volver, pedalearé hasta el horizonte y cuando llegue allí pedalearé aún más. Me subestimaste, mejor dicho, me infravaloraste pero se te olvidó que hoy es jueves (y que me he tomado un café)". Sonaba perfecto, como una de esas películas de principio de siglo XX, como una de esas antiguas canciones de jazz, como una tarde de lluvia o como un mar enfurecido. 
Llegó a la Quinta con la Cuarenta y tres y aparcó la bicicleta. Entró a la biblioteca y escogió un libro al azar, le pidió a la bibliotecaria que se lo registrara pero que no le dijese el título, solamente el día de devolución. 

Nada podía salir ya mal. 

Así que subió a la bicicleta y volvió a casa, aunque estaba claro que no para quedarse. Apenas estaba decorada y casi no tenía objetos personales. Cogió una pequeña maleta y metió el libro, unas gafas de sol, el pintalabios, unos tacones y su taza favorita. En el último momento decidió meter una libreta con unas acuarelas. Ya estaba lista. Como no le gustaban las despedidas dejó una nota, en el fondo ella era muy sencilla así que rechazó escribir lo que había pensado camino a la biblioteca y simplemente apuntó tres palabras:

Volveré el jueves.

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